martes, 6 de octubre de 2015

Cualidades del futuro maestro

Inicio esta entradilla haciendo referencia a una entrada de otro blog, donde Jordi Martí, su autor, hace referencia a un problema surgido por un estudiante de 1º de Magisterio donde le pregunta cómo es posible que haya docentes en las universidades españolas que no han pasado previamente por la docencia directa.

Y no le falta razón a este discente al respecto. Los problemas de la educación serían menos si los supuestos teóricos de las universidades tuvieran acceso directo a ellos, a los docentes y los alumnos, a su realidad sociocultural, a sus familias... Por mucho que en un estudio se tengan en cuenta esos factores -o no- nunca ese estudio puede ser tan objetivo porque cada casuística es un mundo, y de nada valen esos números objetivos tan fríos si se deja de lado lo humano.

Pero centrémosnos en el tema a debatir. ¿Qué condiciones debe cumplir todo futuro maestro o docente y qué se le debe exigir para ello?

1. VOCACIÓN
Nadie puede ser habilitado en la docencia sin vocación. La vocación no es un proceso que se hace, es un proceso natural, del individuo que está habilitado "per se" por fuerzas genéticas, naturales, propias de estar predestinado a eso y nada más. 
Pero para tener esa vocación hay que cumplir una serie de requisitos, que son los que voy a desgranar a continuación, sin los que la vocación no tiene sentido, porque te pueden encantar los niños pero no tener ni idea de transmitir información, al tiempo que puedes ser un excelente comunicador y no gustarte los niños.
La vocación debe llevarse hasta el punto de ser un medio para conseguir un fin, que es el aprendizaje de conocimientos, y ese medio pasa por tratarse al profesor en cuestión como un medio más al servicio de sus alumnos, por muy ruidosos o vagos que sean, y encontrar la forma de conseguir que nos utilicen como eso más que jueces castigadores si no traen las tareas (interrogante añadido: ¿por qué no las traen?), o los únicos que se preocupan en zonas marginales de su educación, o, simplemente, como meros observadores del proceso enseñanza-aprendizaje.

2. Inquietud constante por aprender cosas
Un maestro se enfrenta diariamente a interrogantes varios por parte de sus alumnos. Estos interrogantes son tan variados que no se les puede dar un "no lo sé" por respuesta: en caso de no saberla, lo mejor es buscar una técnica de búsqueda de información que les permita conocer lo que buscan. Pero no nos debemos conformar con ser meros proporcionadores de medios, hay que saber el por qué de las cosas mediante la lógica adaptada a su edad. 
No es fácil explicar a un niño el funcionamiento de la aerodinámica sin entenderla uno mismo. Difícilmente podríamos pues explicarla a un nivel básico sin saberlo de un modo más técnico: esa es la inquietud que debe tener el profesional de la enseñanza.
Por otro lado dentro de esa inquietud debe haber una búsqueda individual de los fallos: aceptarlos nos hace humanos, pero lo que es indudable es que no debería existir ni un solo maestro o profesor con faltas de ortografía o sin saberse las tablas de multiplicar. La primera criba de unas oposiciones debería ser esa, porque si no estamos fallando en lo básico.

3. Tener psicología infantil
Uno de los problemas más habituales de un profesor es tener delante una clase de niños de "su padre y de su madre". Esto quiere decir que cada uno tiene una educación distinta venida de unos padres distintos, una manera de comportarse diferente, y un ritmo de estudio diferente. No hay dos casos iguales.
La labor del docente debe estar centrada en esto: ¿qué tengo delante de mí y de qué manera puedo sacar los mejores resultados de manera individual? 
Bajar los brazos en cuanto tenemos un problema de actitud ante el estudio, de estimulación ante el aprendizaje, de pasotismo al ir a clase debe plantearnos un cambio de estrategia ante ese alumno para hacer que le llame de nuevo la atención los contenidos, y cambiar la estrategia puede suponer cambiar el modus operandi de cómo llevar a cabo nuestra clase, ya que si no somos capaces de transmitir, difícilmente podremos tener su atención.

4. Estimulador del aprendizaje
Es curioso que pretendamos transmitir siempre contenidos en lugar de buscar la manera de hacerlo de modo más fácil y sencillo para el alumno. La estrategia a seguir no es en sí otra que ver si determinado concepto es más fácil no de explicar, sino de entender por parte del alumnado, y si es necesario el uso de las Nuevas Tecnologías se hace, o si lo es el uso del encerado o de la enseñanza más tradicional. Todas entran en juego, y es necesario y fundamental conocer todas para tener en el bolsillo recursos suficientes a nivel profesional para que ese concepto entre en cada una de las cabezas que tenemos delante.
Para transmitir hay que conocer, y para conocer hay que establecer unos medios mínimos de intervención para que se dé el aprendizaje del docente. Ya lo veremos más tarde.

5. Comunicador y transmisor de conocimientos
En mi vida he conocido muchos profesionales de la docencia extraordinariamente preparados en conocimientos, pero que a la hora de la verdad se han quedado en agua de borrajas porque no sabían transmitir esos conocimientos adecuados a la edad del aprendiz, o bien no han sabido estrategias para realizarlo.
Un docente debe ser un buen comunicador, y tener recursos orales y materiales para poder transmitir los conocimientos. Precisamente una de las quejas más sonadas de alumnos universitarios es lo poco que puede llegar a transmitir un profesor de turno, porque les genera un desinterés enorme en la materia.

6. Conocedor / experimentador de nuevas corrientes pedagógicas
Un estudio realizado recientemente ponía de manifiesto que no se aprendía más con el uso de los ordenadores. Este es un dato en sí mismo "irrelevante", ya que la búsqueda de conocimientos debe ser realizada en un ambiente propicio, no el de tener un ordenador busquemos en Wikipedia: eso lo saben hacer los alumnos mucho antes que los propios maestros.
El problema está también en que van saliendo nuevas corrientes pedagógicas que son absolutamente desconocidas para los docentes por acomodamiento: solo recurren a conocer cosas cuando se acerca un sexenio a cobrar, y claro, así nos va la cosa.
Pero también es cierto que nadie se preocupa de acercar al docente este tipo de conocimientos: ni la Administración, ni la Universidad, ni nadie. Ese es un error que se debe tratar más profundamente.

7. Analítico en el proceso y el grupo
Cada dos años un docente tutor suele cambiar de grupo según lo establecido por ley (al menos en Primaria). Ese docente antes de realizar los pasos que siempre se siguen de Evaluación Inicial debe informarse prudentemente de todos y cada uno de los individuos que le llegan, bien por el expediente personal, bien por tradición oral del anterior tutor/a o bien analizando en clase cada sujeto que tiene delante, comprobando sus capacidades en torno a las dos materias básicas (Lengua y Matemáticas) para comprobar el nivel del alumno en cuanto a caligrafía, ortografía, cálculo elemental... y de ahí poder establecer la base de su conocimiento.
Este estudio es muy importante a la hora de entrevistarse con los padres o tutores del alumno, ya que como profesores podemos dar datos que incluso ni sus padres conocen de sus hijos.
Esa misma búsqueda debe se realizada en el grupo como conjunto, para saber los niveles de los que disponemos y así poder afrontar con garantías el proceso de enseñanza-aprendizaje y su programación.

8. Preocupación ante los problemas físico-cognoscitivos 
Cada alumno que es detectado tempranamente de un problema de este tipo es un avance para el alumno y para el proceso de captación de información.
Se me han dado muchos casos ya en los que el alumno cometía muchos errores de tipo ortográfico o de malas copias de ejercicios en la pizarra, y eso conllevaba a pensar qué podría suceder (¿dislexia?), y no era más que problemas no detectados en la visión fácilmente solucionables.
Pero no es lo más complicado de detectar en el aula. Un ejercicio, una presentación, simplemente el desarrollo de un problema matemático nos puede dar una pista a un problema cognoscitivo.
Estos problemas no pueden pasar desapercibidos para nosotros. Si bien es conocido que un problema -bien sea por exceso o por defecto- es rápidamente atendido por el Grupo de Orientación del centro (PT, AL y orientador) nos puede evitar problemas mayores y ayudarnos a afrontar esa serie de problemas de forma más directa.

9. Tener paciencia y ser paciente
Tener paciencia con los niños es una virtud. No todos podemos estar al 100% continuamente -ni ellos aprendiendo, ni nosotros enseñando-, y todos tenemos derecho a 10 minutos malos al día. Esa paciencia hay que entrenarla, sobre todo con determinados niños que están predispuestos a moverse mucho, hablar, molestar, y hay que buscar una serie de técnicas para que no siempre sea llamado la atención públicamente, cosa que normalmente buscan.
Ser paciente con el proceso. Ser paciente con el día a día. Ser paciente con los padres, tanto los que se preocupan como los que no, y tener psicología también con ellos en las reuniones, no diciendo solo lo negativo de sus hijos, alternarlo con virtudes, y pidiendo siempre colaboración para la resolución de problemas.
No deben existir jamás "castigos" a los alumnos, sino hacerles entender que deben realizar algo que no hayan hecho, y que si lo hubieran hecho no existiría tal proceso. El niño como ser racional entiende mejor las palabras que los actos, y es más probable que una actitud negativa no vuelva a repetirse razonando que directamente castigando.

10. Todos estos puntos se resumen en uno: ser un medio más
El buen maestro debe ser dirigidor del proceso, pero no debe sentirse en ningún momento más que nada o nadie. Es un medio para conseguir un fin.
La vocación, su inquietud por analizar y aprender, estimular, experimentar bajo ciertas premisas de éxito, conversar, tener paciencia son dones que si no se tienen hay que desarrollar para la buena labor educativa. Muchas de ellas son de carácter innato, genético incluso, pero otras muchas se desarrollan con la buena praxis y el aprendizaje continuado.
Aún así el maestro se encuentra con muchas trabas a nivel burocrático y legal a menudo, y no deberían existir salvo para marcar algún carácter negativo que no conlleve al objetivo de toda educación: la consecución de la interiorización de contenidos y aspectos actitudinales que lleven al alumno a su desarrollo personal y cognitivo.

Estas trabas se empiezan a desarrollar en la Universidad, donde un grupo de teóricos realizan escritos y estudios sin pertenecer al ámbito de la enseñanza. Y es ahí mismo el lugar en el cual deberían impartir clase mediante la experiencia y no bajo la teoría.
Los estudios universitarios tienen como fin generar números carentes de realidad y de sentimientos, son fríos números que dicen mucho a los teóricos pero no aportan nada al proceso del día a día: no aportan soluciones a problemas cotidianos, ni se dirigen al profesor del aula para poder solucionarlos.

Esta falta de conexión entre la Universidad y los centros de la región solo causan un distanciamiento que se acorta a la hora de necesitar a los profesionales de la enseñanza para acoger a los alumnos en prácticas. Unas prácticas que, a la postre, serán el fiel reflejo de lo que vivirán, con su idiosincrasia, sus características generales y específicas y los alumnos con la problemática tan variada como ellos mismos. Vamos, todo eso que no está escrito en los libros y que tanto les gusta teorizar en los despachos para presentarlos a la revista especializada de turno y por el que luchan desesperadamente para ganar puntos en sus currículums personales.

Es triste pensar, y ahora hago referencia al artículo del inicio de esta entrada, en cómo los profesionales que a la postre van a formar a futuros profesionales de la enseñanza, no han pisado -en muchos casos y no todos- un aula en su vida. Esto quedó más que de manifiesto en un máster que realicé hace ya unos años, donde literalmente alucinaba con las cosas que se decían de las experiencias en el aula. Quedé horrorizado de cómo pueden vender la burra a los alumnos que pagan por esa formación, de una educación salida de un mundo ideal, donde en lugar de enseñar procedimientos para la resolución de problemas diarios se dedican a impartir "teoría imaginativa", y lo peor de todo es que se lo creen, ya que no transmiten "eso" que se les pide a los futuros maestros y profesores y que anteriormente ha sido comentado: generar interés por la asignatura.

Otro claro ejemplo de trabas absurdas son las pruebas RAMO y PISA que se realizan en nuestra Comunidad. Una serie de ejercicios de carácter teórico-práctico que no tiene en cuenta el desarrollo general del alumno y lo encasilla fácilmente en una escala tratándolo desde pequeño como un número en la sociedad.
Este tipo de pruebas debería ser realizado al menos 3 veces al año, una por trimestre, y sacar una media del conjunto para comprobar si realmente factores extrínsecos a la prueba han tenido que ver en la puntuación final.
Las pruebas RAMO son el reflejo de la necesidad de encasillar, de ver que la realidad de un colegio del centro de la ciudad debe tener los mismos resultados que los de la periferia o de los pueblos de la región. Incluso se han dado casos de problemas o ejercicios que no se habían podido impartir en la fecha de las pruebas, siendo un absoluto fracaso por parte del coordinador de dichas pruebas por no haber comprobado antes en qué trimestre y lugar del año se daban esos contenidos. Patético. Y lo peor es que la Administración da por buenos esos resultados sabiendo que no son fieles a la realidad.

Por último hago referencia a las Leyes de Educación como base de las trabas administrativas. No es posible que haya habido tantísimo cambio en ese aspecto en nuestro país en los últimos años. Como opositor ya lo viví, pero no aprenden y siguen haciéndolo una vez saqué mi plaza.
Sacar nuevas leyes educativa según el partido que gobierne no es la solución. Los ciudadanos deben exigir un consenso por parte de esas fuerzas políticas para establecer una que sirva a largo plazo, incluyendo alguna que otra enmienda según se vaya viendo, pero no cambiando la base cada "x" años porque lo único que consiguen es que el docente no siga una línea.

Y antes que nadie diga nada, intento llevar en el aula ese decálogo general día a día. Intento pensar en qué le gustaría que le enseñaran a mi hijo o de qué manera me hubiera gustado que me lo enseñaran a mí. Y por más vueltas que le doy solo veo que si las trabas antes mencionadas se disolvieran, todo sería más fácil para que los alumnos de hoy, sean personas plena mañana.