viernes, 20 de agosto de 2010

El devenir de la educación (III) "Las Familias".

Hace muchos muchos años la figura del maestro /a era muy respetada en nuestro país. Lo era hasta el punto que lo que decía el profesional iba a misa, y era tan tan respetado como el cura, el alcalde o el médico del pueblo.

Eran años de educación clásica, años donde la letra con sangre entraba, y los castigos corporales estaban a la orden del día. Se pensaba que un guantazo a tiempo, un regletazo en la mano -o veinte-, o ponerte de rodillas mirando al rincón con los brazos abiertos y los tomos de María Moliner sobre ellos ejerciendo tortura, incluso existía el original maestro que imponía las orejas de burro, una especie de cucurucho con orejas de asno cuando el sujeto sufridor no se había estudiado la lección y, por consiguiente, era el animal de la clase.


"Otra vez haciendo de helado caído en el suelo, cawen tó"
"¡Dios, como sea un supositorio no vuelvo a hacer maldades, lo juro...!"
"Y si me tiras de la otra patilla te guiño un ojo..."

Eran, como digo, malos tiempos de una educación clasicista, con unas familias clasicistas, y donde imperaba el respeto ante el trabajo y el buen hacer del maestro. Ojo si llegaba una notita diciendo que no habías hecho las tareas, o si te había castigado por algo, porque en casa papá no se andaba con chiquitas y el bofetón o el castigo estaba asegurado. Ah, y si no hacías nada (o ese era tu mejor excusa), te castigaban igual para que hicieras algo, que para eso ibas a la escuela.

Pero todo cambia, ese maestro con sueldo mísero, casi indignante, que vivía en los pueblos en casas "acomodadas" para ellos porque no tenían donde hacerlo, y donde los regalos como manzanas cada día o turrones en Navidad estaban a la orden del día cambió.

Los niños de la LOGSE vivieron en cierto modo todo esto, pero esa no era la solución más adecuada. Era indignante para los gobernantes ver cómo los hijos de sus votantes tenían que repetir o tripitir, pasar reválidas, estudiar mucho... no no, quita quita, eso no podía ser. Vamos a cambiar la ley, haciéndola mejor para todos, donde solo se repita una vez, donde le demos más fuerza a las familias, y, sobre todo, donde en caso de polémica, apartaremos de momento al profesional hasta que se aclare todo.

Entonces tras la muerte del dictador español, se potencian los sindicatos, las asociaciones de padres... vamos, todo lo que estaba prohibido hasta entonces.

Y es en estas cuando cambia la sociedad, nos volvemos más libertinos después de una represión de 40 años, y empezamos a contemplar el "todo vale, vale todo". Y me explico: la cultura de una generación como la mía, en la que estudiabas sí o sí, porque luego tenías que hacer una carrera universitaria, se cae como una baraja de naipes.

Son años de bonanza económica, y esos padres como yo que habían heredado los suéters de hermanos mayores, donde teníamos un juguete al año (maravillosos clicks de famóbil), y una cartera que tenía que durarte durante todo el colegio, se va transformando.

¿Cómo sucede esto? Pues muy sencillo. Gracias a la entrada en el mercado laboral de las madres. Hasta entonces habíamos vivido en la familia tradicional, donde el padre trabajaba 16 horas al día, aparecía poco por casa y cuando se hacía una trastada tu madre decía "Verás cuando llegue tu padre", se te caían los pantalones y te entraban ganas de no salir del servicio en 4 días. Llegaba tu padre, y desde el castigo a no ver la tele o no salir a jugar a la calle, hasta los más duros que cinturón en mano te arreaban con la correa dejándote el culo como el de un mono.

Estas familias cambian, modifican la conducta de la educación recibida, ya que era demasiado corporal, y se empieza a modificar por los refuerzos, positivos y negativos, que en otros países tan buenos resultados arrojaba. Recordemos que nuestro modelo educativo es una copia del francés, y así nos ha ido...

El tema es que siempre van apareciendo generaciones. La mía de los 16 años era la de salir y verte en la calle, siempre en el mismo punto, ya que siempre se salía por los mismos sitios -y no había móvil para localizar a la gente-. No teníamos motos, ni coches, y con una paga semanal de 20 duros (equivalente a unos 60 céntimos actuales), te daba para mucho. Todo era compartido por la pandi de turno, y salías y te lo pasabas bien, muy bien, porque ligabas y era todo de otra manera.

El caso y para no perdernos es que los españoles nos volvemos más ambiciosos. Queremos tener más, buenas vacaciones, y para eso mamá, que hasta ahora había guiado nuestra educación en casa, nos ponía de comer a las 2, la merienda a las 6, y manejaba el tiempo de juego desaparece.

Aparecen los "niños llavero", esos niños que son los últimos en cerrar la puerta de casa para ir al colegio o instituto y son los primeros en abrir la puerta de casa porque sus padres trabajan. Esos padres intentan darle a sus hijos todo aquello que no pudieron tener con su edad, y pasamos de una familia ahorradora a una familia capitalista y derrochadora, donde las marcas prevalecen, y tener el mejor coche, o la casa de campo son un objetivo a conseguir: tanto ganas tanto eres.

El niño pues, empieza a depender de sí mismo en muchos apartados, y se le dan responsabilidades que hasta ese momento eran impensables: padres que al llegar una edad de los chavales (normalmente 16 años), los dejan solos en casa el fin de semana, con refuerzos como premios ante los estudios, (la moto), y si suspendes, pero luego apruebas, no pasa nada, es el maestro que te tiene manía.

Pasamos pues, de diferenciar los niños zoquetes o vagos para el estudio a los niños que tienen necesidades educativas especiales (los tontos siempre lo han sido y siempre lo serán), y si no se esfuerza, pero viene el padre amenazando... ¡qué coño! Un 10 para el nene que seguramente va para Ministro (nótese la ironía).

Esos niños "burbuja", que estuvieron bajo la protección de sus dejados padres, al crecer cumplieron con todas las expectativas que podía esperarse: quiero más, quiero esto, si no me lo das... es decir, amenazas, rebeliones... y padres desesperados diciendo que no pueden con ellos.

He tenido incluso casos de padres que me dicen que no pueden con sus hijos de 5 años. A ver, señor o señora, si con 5 años no es capaz de hacerse con su hijo/a, tenga por seguro que con 14 le echa de casa. El caso es que pasamos de una educación cerrada y física, a una de proteccionismo exacerbado, o lo que es lo mismo, de un extremo a otro. Y todos sabemos que los extremos nunca fueron buenos.

Siguiendo con la política familiar, se le da a los padres una gran importancia dentro del Sistema Educativo, lo cual es muy muy positivo, ya que aunque el maestro educa, sobre todo enseña, y lo que no viene de casa, poco o nada se puede hacer. El maestro, esa figura entrañable y respetada, viviendo en casi la pobreza, va tomando forma de diana social, y se empiezan a lanzar dardos venenosos contra el colectivo: desde el que les tiene manía a mi hijo, hasta el es que no enseñas nada (digo tú porque de usted nada de nada)... o sea, que todo el mundo sabe ahora de enseñar, educar... todo el mundo tiene la capacidad de criticar el trabajo para el que hemos estudiado, todo el mundo tiene hecha la carrera de Pedagogía o Psicología, y cuando se aconseja que se haga algo, encima te dicen que estás equivocado. Siempre pongo dos ejemplos que se me han dado y con lo que he contestado:

1. La madre o padre que viene enojado y me dice: es que no sabes explicar. Bien, acepto la crítica, pero... ¿tiene usted hecho Magisterio?, ¿acaso me meto yo en cómo debe fregar su casa?

2. El padre o la madre que viene diciendo: es que tienes que poner más tareas, o más que estudiar, que mi hijo pide. Señor /a, si el médico le dice que se tome estas pastillas o estas otras, ¿acaso se compra otras distintas y se las toma?

Vamos, que sobre todo en las grandes ciudades, la gente que es médico, abogado, y otras carreras de distinta índole e importancia social (por su alta compensación económica), también han estudiado Magisterio. Y lo peor de todo es que apenas aparecen por casa a diario y te vienen cuando el mal está hecho, que son las notas.

Curiosamente vienen a informarse siempre cada mes y antes de los boletines los padres que realmente se preocupan y cuyos hijos van bien. Soy una persona abierta a las críticas, pero nunca haré nada que no sea en beneficio de mi clase como grupo, o de un alumno como individuo.

Las familias deben cambiar su manera de pensar, y sobre todo de actuar con los maestros y profesores. No me vale el manido "ya estamos, dos meses de vacaciones" (que la puerta de Magisterio está abierta para todo el mundo, se matricula, pasa al menos 3 años, se prepara unas oposiciones, y cuando las saque, aguante a esos memos que siempre salen con esas).

Somos un país de envidiosos. Cuando las cosas iban bien, cuando las cosas marchaban en una economía bollante, éramos los funcionarios del Estado los pobrecitos que míralos, ahí con su mísero sueldo.

Ahora ha estallado la crisis, y somos de nuevo el eje del mal: "Claro, como vosotros no tenéis problemas" (pero Santo Dios, que has tenido un chalé de 300.000€ y un coche de 40.000€ mientras yo sigo pagando mi hipoteca de 80.000 y mi coche de 25.000).

El caso es que el devenir de la educación pasa por unas familias más responsables. Tener hijos es, ante nada, una responsabilidad, y como tal debemos tomarla. El maestro profesor de ahora está para ayudar, aconsejar, llegar a acuerdos y tomar decisiones sobre las medidas a tomar con los niños, pero no está para hacer lo que sus padres no hacen, ni para recoger niños porque sus padres trabajen, ni tan siquiera para hacer el mes de julio porque claro, sus padres han elegido agosto para ir de vacaciones. Si en un caso se diera que nos meten ese mes más de clase se puede armar la marimorena, porque entonces yo podría exigir por derecho o el mes de julio, o de agosto o de septiembre de vacaciones, y claro, menudo guirigai se montaría en las administraciones... ¿cuándo entrarían los niños al colegio si no hay profesores?... un jaleo, vamos.

Aparte y para finalizar diré que somos los que menos días de vacaciones anuales tenemos en Europa: sí sí, como se lee... tampoco tenemos días de asuntos propios... pero es que somos maestros, esos individuos raros que han perdido poder social, y a los que a base de ley se les está dando importancia: ya no vale ir a dar una paliza al maestro porque ha suspendido o castigado a mi hijo. Ahora tenemos una cosa a nuestro favor: somos agentes de la autoridad, y como tales, cuidadito con nosotros.