Hay un dicho que afirma que hay casas de gente, y gente de casas. En los centros públicos dedicados a la educación de sujetos podría decirse que sucede lo mismo.
La administración nos da carta blanca y, aunque regidos por una ley común, se podría decir que cada centro posee una independencia personal -siempre basada en las condiciones socioeconómicas de las familias- que hacen que cada centro sea peculiar, algo así como una pequeña empresa dentro de un conglomerado general.
En lo que llevo de vida laboral como docente he conocido sólo 4 centros, y cada cual con sus historias, todos ellos muy diferentes por una razón: los sujetos que los moran, o, lo que es lo mismo, por los profesores y profesoras que ejercen.
Siempre he sido partidario de la movilidad del profesorado, una movilidad que enriquecería a los moradores apoltronados cuales lapas en roca durante décadas y que se han ganado -o no- un prestigio que a nadie beneficia. Durante mi estancia por 4 años en el sur de la región, en un C.R.A. que englobaba 4 pueblos, éramos 14 profesores, de los cuales tan sólo 2 tenían la plaza. Luego se le sumó 1 profesora más, y acabé yéndome cuando llegaban los recién aprobados opositores. Todos ellos de paso, todos ellos sin ánimo de crear raíces, incluso los dos que comenté al principio.
Fueron los mejores años de mi vida, con 25 años todos éramos jóvenes y con ganas de trabajar (retórnese a la historia de los Sancho). Allí tuve la oportunidad de ser Jefe de Estudios de gente de mi quinta y más jóvenes, y todo fue genial. Todos trabajaban (y mucho) y todos obtenían recompensas por ello. Fue el último año de mi estancia allí el peor de todos, puesto que un individuo de raíces gaditanas, corroído por la envidia y por el ansia de irse cuanto antes a su tierra después de haber chupado de la teta de otra comunidad, el que hizo de abogado del diablo, echándome al resto de la gente encima. Pero eso es harina de otro costal, y que le den por donde amargan los pepinos, no le deseo ningún mal a diferencia de él, porque tengo más clase y mejor educación.
Luego aprobé la oposición, e hice mi año de prácticas cerquita de donde vivo. Allí lo mejor es que había mucha gente como yo, joven, y fue lo mejor de lo mejor. Un equipo directivo entrado en años puso la nota discordante, y el director, maravillosa persona, me trató siempre genial, como en años anteriores, por mis conocimientos informáticos. Un año para recordar.
A partir de ahí malo malito malo eh, eh... Pasé a un colegio en el quinto jaray, muy lejos de mi zona de residencia, e iba y venía cada día. Hay veces que no sé por qué si sabes de algo, te dan por todos lados, y me da la ligera sensación que cuanto más edad tiene la persona que está al frente de la Jefatura de Estudios, más rencor y odio acumulan.
Una bruja teñida de rubio al más puro estilo Aramis Fuster (incluso se le parece), no sé qué tuvo en mi contra. Es lo que tiene la edad, y mientras los niños trabajaban se limaba las uñas. Un lujo del trabajo en la fase Sancho Panza.
Formaba grupo con las eméritas del lugar -o en proceso de emeritarse- y chinchorreaban a cascoporro, de todo y de todos, y cuando tú tardabas un minuto en entrar a los niños enseguida iba con cara de no muy buenos amigos a echar la bronca, mientras en sus cascarrillos tardaba 10 ó 15 minutos según el tema a discutir.
El caso, una muy mala jefa de estudios, con un director demasiado bueno, y un claustro dividido entre los viejos y los jóvenes, donde, por supuesto, ganaban los viejos porque tenían los puestos altos del colegio. En fin, salí de allí tras tres años sufriendo, baja por depresión incluída ante el acoso al que me vi sometido (eso que ahora está de moda y lo llaman mobbing) y que no fue denunciado Dios sabe hoy por qué. Menos mal que a día de hoy tanto director, como jefa de estudios, como eméritos están jubilados. Recuerdos y que os dure.
Y pasamos a la actualidad. De Guatemala a Guatepeor. Estoy en un centro muy muy gracioso, donde está el director, buena gente y dicharachero a la par de hipócrita, que comparte reino con su señora esposa. A la derecha del señor una muy buena persona e íntimo amigo de la pareja, y a la izquierda un nuevo cargo después que saliera del mismo dirección sur un chico de la misma edad que yo. Del nuevo decir que le puede el dinero y el ser un chaquetero, pues él mismo junto al anterior equipo directivo del que formó parte intentaron denunciar a la inspección al director que ahora le puso en el cargo. Una situación vomitiva, pero no deja de ser cuanto menos irónica.
¿Qué es lo mejor y lo peor? Que para mandar, hay que saber mandar. Es una premisa que aprendí hace muchos años. No te puedes escudar en un cargo esperando que los demás te solucionen todo sin dar la cara. Y lo peor no es eso, no debes ser tan manipulable, o si tienes que dar broncas no puedes decir "me han venido diciendo que...", y mucho menos poner en tela de juicio el trabajo de los compañeros, sean de la edad que sean.
Ahora bien, se han establecido dos frentes diferenciados, algo que me suena al anterior centro donde estuve: los mayores y los jóvenes. De momento somos mayoría, así que nos putearan, pero al menos no nos callaremos. Un centro que podía ser muy muy bueno estropeado por cuatro.
Y así estamos, este año seguramente concurse. Por un lado no quiero ceder ante presiones para que me vaya y deje las cosas como un mínimo grupo de personas quieren que sea, y por otra porque no tengo obligación ninguna de aguantar a gente hipócrita, que van de odiar a gente con iniciativa y conocimientos sobrados, a gente que cuando alguien se le mete entre cejas lo machacan (este año gracias a una compañera por fin me han dejado tranquilo. Ahora a ver lo que aguanta esta sin pasar por la denuncia...).
Un Centro Educativo debe ser un centro neutral, donde la mayor premisa sea trabajar y dejar trabajar. Donde el apoyo al compañero debe primar, y donde debe estar abierto a todo tipo de iniciativas y de familias (no solo el... "cuento con vosotros para esto y lo otro, pero esto que no me interesa os quedáis fuera").
Aparte somos insolidarios, y como se te ocurra ir contracorriente, ufff... mal irás. Los profesionales del gremio al que pertenezco son envidiosos, codiciosos y ruines. Pero por otro lado siempre habrá, como en todos lados, gente que realmente merezca la pena, que haga las cosas de una manera altruísta, con ganas de colaborar, de entrar con una sonrisa, y de no machacar al personal en base a sus gustos y preferencias.
Acabo diciendo algo que siempre digo: al final, todos hemos llegado aquí de la misma manera, no te confundas, que tu cargo no es como el de un rey, por "gracia divina".
PD: la inspección tiene mucha culpa de todo lo que sucede en los centros, protegiendo a quien no debe por intereses ocultos. Actualmente hay muchos, muchísimos casos donde la presunción de inocencia se deja de lado y se aparta al profesional como medida preventiva. Si no confían en nosotros, mal vamos.