Ayer fue otro día magnífico. Tras una dura jornada laboral, donde hubo bronca incluída al colectivo estudiantil ante su falta de motivación, interés y estudio, llegué a casa hambriento y con una desidia importante por lo antes comentado.
Vale, que sí, que hasta ahora no he dicho nada del por qué de mi fantástico día, pero es que llegó mientras comía viendo las noticias.
Como siempre, penas, tragedias, guerras, crisis, bla, bla y más bla negativizando mi existencia, atendiendo más a la forma y tamaño de mi pan que a las imágenes que se vertían en mi retina. Eso, unido a la conversación que uno suele mantener a esta hora con pareja e hijo, pues hizo que la mayoría de las mismas pasaran de forma liviana y pasajera.
Pero hete tú ("fíjate" que dirían los Martes y Trece) que, sorpresivamente, aparece en escena una noti que hace que inmediatamente gire la cabeza: un señor -amable barrendero madrileño-, que se acerca -o acercaba- diariamente a un centro escolar donde apasionadamente lo espera un público infantil apasionado y entregado totalmente a su estrella. Conmovedor sin duda alguna. Tanto o más que la entradilla de ayer.
Sí, tengo el documento visual que lo refleja. Una lástima que el señor se haya retirado precipitadamente al ver peligrar su puesto de trabajo, pero una muestra más de lo que debe abundar en el mundo para olvidarse de muchas cosas que nos golpean con un karma tan negativo como innecesario.
Espero que os guste y os haga sonreír como me hizo a mí.
Una pequeña muestra más de solidaridad, ¿no creéis?
